Antonio fue el defensor de los pobres, siempre y dondequiera, retando a cara descubierta a los opresores. Basta recordar un solo episodio: el encuentro con el malfamado Ezzelino de Romano. En efecto, cuando supo de una terrible masacre perpetrada por el temido tirano, en Verona, lo quiso encontrar y le dirigió palabras durísimas: :
"Oh, enemigo de Dios, tirano despiadado, perro rabioso, ¿hasta cuándo seguirás derramando sangre inocente de cristianos? ¡Escucha bien, pende sobre tu cabeza la sentencia del Señor, terrible y durísima!".
Pero la reacción de Ezzelino es inesperada: en lugar de dar la orden a sus guardias de asesinar al fraile franciscano, manda que sea alejado sin violencia. Y añade: "
"Compañeros, no os asombréis. Os digo con toda verdad, que he visto emanar del rostro de este padre una especie de fulgor divino, que me ha aterrado a tal punto que, ante una visión tan espantosa, tenía la sensación de precipitar en el infierno".