El gesto más característico que hacen los peregrinos en la Basílica antoniana. Además de expresar la necesidad de un contacto concreto con el Santo, es un gesto de confianza y de fe, acompañado de la oración silenciosa del corazón.
No es tanto una estatua o una imagen, aunque no faltan, la que focaliza la atención sobre el Santo, sino su misma tumba.