El empeño que puso Antonio en la predicación y en el sacramento de la reconciliación durante la Cuaresma de 1231 puede considerarse su gran testamento espiritual.
A todo esto se une una gran atención por los pobres y por los males de la ciudad: gracias a sus intervenciones y enseñanzas sabemos que en un estatuto ciudadano, relativo a los deudores insolventes, el 17 de marzo de 1231, el magistrado jefe (algo así como el alcalde) de Padua, Esteban Badoer, estableció que el deudor que no pudiera pagar, sin culpa suya, una vez cedidos sus bienes a cambio, no sería encarcelado.