Alrededor de los 15 años entra en el convento agustino de San Vicente, fuera de las murallas de Lisboa, para adherir al proyecto de consagración a Dios que había ido madurando.
Aquí vive unos dos años. Luego, probablemente para evitar las distracciones de amigos y parientes de la ciudad, con el permiso de los religiosos se traslada a Coímbra, que en aquel tiempo era la capital de Portugal, donde surge otra abadía de los canónigos agustinos.
Permanecerá en Coímbra 8 años, profundizando en su formación religiosa y dedicándose al estudio de las ciencias humanas, bíblicas y teológicas: los frutos de este estudio lo convertirán en uno de los eclesiásticos más cultos de la Europa de los inicios del siglo XIII.