San Antonio, como san Francisco, fue un apasionado amante de María. En sus Sermones tiene bellísimas palabras de alabanza a la Madre del Señor.
A la Bienaventurada Virgen María
Te rogamos, Señora nuestra, esperanza nuestra:
tú, estrella del mar, ilumina a tus hijos
arrastrados por este tempestuoso mar del pecado;
haznos llegar al puerto seguro del perdón
y, alegrados por tu protección,
podamos llevar a cumplimiento nuestra vida.
Con la ayuda de Aquel que has llevado en tu seno y que tu santo pecho ha nutrido.
A Él el honor y la gloria por los siglos eternos.
Amén.
Señora nuestra,
única esperanza nuestra,
te suplicamos que ilumines nuestras mentes
con el esplendor de tu gracia,
que nos purifiques
con el candor de tu pureza,
que nos enfervorices
con el calor de tu visita
y que nos reconcilies con tu Hijo
para que podamos merecer llegar
al esplendor de su gloria.
Con su ayuda,
Él que con el anuncio del Ángel,
asumió de ti la gloriosa carne
y quiso habitar durante nueve meses en tu seno.
A Él el honor y la gloria
por los siglos eternos.
Amén.