Antonio no es un repetidor de Francisco. Los dos santos son diferentes bajo muchos puntos de vista, no sólo por la extracción social y la formación, sino también y sobre todo, en el temperamento y el estilo evangélico.
La procedencia extranjera de Antonio, su formación, sus dotes, aportan a la naciente Orden una "contaminación" providencial. Antonio forma parte del minoritismo internacional y padano crecido lejos de Umbría, madurado en la actividad apostólica en estrecha conexión con la Curia Romana, con frailes predicadores, con ambientes de estudio e iglesias locales.
La novedad que estos introducen se encuentra en la asunción directa de las tareas de la reforma eclesiástica, guiada por Roma. Con ellos la línea del compromiso pastoral de guía, enseñanza, educación en la Iglesia y en la sociedad prevale sobre la línea de simple profesión del Evangelio entre los pobres y los marginados en una vida de servicio y humilde sometimiento.
Sin embargo, Antonio es y permanece profundamente franciscano, porque hace suyos los principios fundamentales del franciscanismo: amor a la pobreza y dedicación a los pobres, compromiso misionero, la dimensión contemplativa y el respeto a la jerarquía eclesiástica.