En Ferrara una familia está amenazada por una sospecha nacida de los celos: un padre no quiere ni tan siquiera tocar al hijo nacido hace pocos días porque cree que es fruto de una traición de su mujer.
Antonio toma entonces en brazos al recién nacido y le dice:
"Te ordeno en nombre de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, nacido de la Virgen María, que me digas con voz clara para que todos lo puedan oír, quién es tu padre".
El bebé, mirando a los ojos al papá, dado que no puede mover las manitas ligadas con las vendas, dice: ""¡Este es mi padre!".
Y dirigiéndose al hombre, el Santo añade: "Toma a tu hijo, ama a tu mujer que es inocente y merece toda tu confianza"