Hace excatamente ocho siglos el joven fraile Antonio, que había llegado a las costas italianas de Sicilia tras un rocambolesco naufragio, vivía en el eremitorio de Montepaolo, cerca de de Forlí, donde se había retirado siguiendo a otros frailes después del encuentro con san Francisco en Asís, en mayo de 1221.
En el eremitorio de Montepaolo san Antonio vivió de 1221 a 1222 durante más de un año y, según la tradición, hacia el 24 de septiembre de 1222 tuvo en la cercana Forlí su primera predicación pública. Aquel día estaban previstas las ordenaciones sacerdotales, y como el predicador oficial no podía estar presente, los superiores le pidieron a Antonio, que lo sustituyera. De sus labios salieron una profunda cultura bíblica, sencillez y concreción de expresión y capacidad de hablar a los corazones de la gente.
A partir de aquel momento Antonio fue enviado por los caminos del norte de Italia y del sur de Francia para agitar con su predicación a gentes y pueblos, a menudo confundidos por los movimentos hereticales de la época que se difundían con rapidez, y no se ahorró nunca palabras de corrección para la moral de algunos exponentes de la Iglesia.
Photo credit: San Antonio predica en Forlí, detalle de la icona de Andrea Trebbi (1999) que se encuentra en la sede del «Messaggero di sant’Antonio». Autor foto: Giorgio Deganello – Archivo «Messaggero di sant’Antonio»