El rostro

En el transcurso de los siglos, san Antonio ha sido representado por pintores y escultores en maneras muy distintas. ¿Hasta qué punto podemos fiarnos de estas? Probablemente poco, porque las interpretaciones de los artistas están condicionadas por la sensibilidad de las respectivas épocas, por la orientación hagiográfica y por la demanda del público.


El reconocimiento de 1981

El reconocimiento de 1981, al contrario, nos ofrece algunas informaciones muy valiosas, que reconstruyen una imagen más verdadera de su aspecto físico.

Era alto, casi un metro setenta y un centímetros; la cabeza de forma alargada. También el rostro debía ser alargado, con mentón pronunciado, nariz aguileña, ojos grandes, dentadura sana y regular. La estructura física no era excesivamente vigorosa en las extremidades superiores, pero bien proporcionada, con manos largas y dedos largos y finos; más desarrollada y fuerte en las extremidades inferiores, debido a su continuo caminar. Las rodillas llevan evidentes marcas de mucho tiempo pasados en oración.


La reconstrucción forense del rostro

Ya en 1995 el escultor Roberto Cremesini había intentado una reconstrucción científica del rostro del Santo a partir de su cráneo, pero casi veinte años después, en 2014, se realizó un estudio de reconstrucción forense, capaz de hipotizar con un alto grado de objetividad el rostro y las facciones del Santo.

La operación, llevada a cabo por el Museo de Antropología de la Universidad de Padua, con la contribución fundamental del Centro de Estudios Antonianos, involucró a Cicero Moraes, diseñador 3D, famoso por sus reconstrucciones faciales en el ámbito arqueológico y colaborador del Laboratorio de Antropología y Odontología Forense (FOUSP) de la Universidad de Sao Paolo (Brasil).

Emerge un retrato que se aleja parcialmente de la tradicional cara delgada y alargada, expresada también por el busto de Cremesini, para acercarse al aspecto más macizo y corpulento del fresco que se encuentra en un pasadizo del presbiterio de la Basílica antoniana.


Un hombre robusto, pero perseguido por la enfermedad

Finalmente una última consideración sobre la salud de Antonio: si consideramos su rígido tenor de vida, la aspereza de la penitencia, la extenuante actividad de confesor y predicador, podríamos pensar que tenía una robusta constitución física, y sin embargo murió joven. Probablemente los males contraídos en Marruecos no lo abandonaron nunca del todo, y tal vez debe buscarse allí la razón de su última enfermedad y de su misma muerte.