El 27 de enero de 1945 es el día que al final de la Segunda Guerra Mundial el Ejército Rojo abrió de par en par las puertas del campo de concentración de Auschwitz, mostrando al mundo el horror de los campos de exterminio nazis. Sesenta años después, en 2005, la Asamblea general de las Naciones Unidas proclamó el Día internacional de conmemoración en memoria de las víctimas del Holocausto, que desde entonces se recuerda cada 27 de enero, con la esperanza de que esas atrocidades no sucedan nunca más.
Este 27 de enero los frailes de la Basílica de San Antonio quieren recordar a los dos hermanos que se opusieron al horror del exterminio nazi: al Venerable Placido Cortese, director del «Messaggero di sant’Antonio», y a San Maximiliano Kolbe.
Durante la Segunda Guerra Mundial, padre Cortese, desde su confesionario en la Basílica, coordinaba a escondidas las operaciones que salvaron a centenares de judíos, soldados aliados y civiles perseguidos por la furia nazifascista, colaborando con la Resistencia italiana. En enero del año 2021 por esta labor se le dedicó una Piedra de la memoria, colocada en el punto exacto donde, el 8 de octubre de 1944, fue secuestrado y llevado al bunker de la Gestapo de Trieste, donde fue brutalmente torturado para sacarle, en vano, los nombres de sus colaboradores y después fue asesinado. Su cuerpo fue incinerado en el lager nazi de la Risiera de San Sabba en Trieste.
Padre Kolbe, proclamado santo por el papa Juan Pablo II, en 1941 estaba prisionero en el campo de exterminio de Auschwitz. Durante una cínica selección de víctimas entre los detenidos por parte de los nazis, se ofreció para cambiarle el puesto a un padre de familia condenado a morir. A un lado de la plaza delante de la Basílica, cerca de la Piedra de la memoria de Cortese, una placa recuerda su figura y su martirio.